PANELES 11: II REPÚBLICA

JUAN NEGRÍN 
(Las Palmas de Gran Canaria, 3 de febrero de 1892-París, 12 de noviembre de 1956).  
Distintos historiadores afirman que se trata de uno de los mayores y más preparados estadistas en la España del siglo XX. Ministro de Hacienda en el gobierno de Largo Caballero (septiembre 1936-mayo 1937) y Presidente del gobierno (mayo 1937-marzo 1939). Pero, antes de político fue médico, investigador, científico y Catedrático de Fisiología de la Universidad Central de Madrid.  Juan Negrín, se formó en Alemania. Comenzó la carrera de Medicina a los quince años, primero en la Universidad de Kiel (1907) y luego en la de Leipzig (1908), vinculándose a su ya célebre Instituto de Fisiología y a la prestigiosa figura de Ewald Hering. El 21 de agosto de 1912, a los veinte años, obtuvo el grado de Doctor. En España trabajará en el laboratorio de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) y en la cátedra de Fisiología de la Universidad Central de Madrid. 

Despedida a las Brigadas Internacionales 1938
Fue maestro, entre otros, de Severo Ochoa, José María García-Valdecasas y Francisco Grande Covián, que pudieron beneficiarse también de la impresionante biblioteca de Fisiología que Negrín se había traído consigo de Alemania y se dedicó a completar.

Sus trabajos se ocuparon del metabolismo, las glándulas de secreción interna y el sistema nervioso. Fueron, por tanto, temas centrales para la Europa de entreguerras. En toda la treintena de vida de la JAE, fueron importantes los laboratorios de la Residencia de Estudiantes y más tarde los de la Facultad de Medicina, tal y como los concibió Juan Negrín, pues permitían las prácticas y la iniciación de la investigación para los estudiantes, que colaboraban con los grandes maestros que allí realizaban su labor.

Al finalizar la guerra civil sufrió la depuración como catedrático (Orden Ministerial de 4-2-1939), del Ministerio de Educación Nacional, junto a otros catedráticos. Se instala en Francia. Poco después, se traslada a Londres, donde continuó presidiendo el Gobierno de la República en el exilio hasta 1945. Sus ocupaciones políticas de la República en el exilio le impidieron retornar a la carrera científica. Después de pasar un tiempo en el Reino Unidofijó su residencia definitiva en Francia, falleciendo en París (1956) a la edad de sesenta y cuatro años, de una dolencia cardíaca(Guía para la elaboración de una exposición sobre “el exilio de la ciencia y de los científicos españoles). 


LA REPÚBLICA CONTINÚA LA LABOR DE LA JAE, Y LOS PRINCIPIOS DE LA ILE, EN EDUCACIÓN Y CIENCIA.

 Cuando en 1936 estalló la guerra civil, la ciencia española merced a la labor de los treinta años de existencia de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE) había asistido a una auténtica Edad de Plata. Los resultados de las becas, la creación de instituciones de investigación y el establecimiento de estrechas relaciones con instituciones y científicos extranjeros habían sido sus principales logros. Centros de investigación como el Instituto Cajal, el Instituto Nacional de Física y Química, el Centro de Estudios Históricos, el Museo de Ciencias Naturales o algunos de los laboratorios de la JAE, a pesar de la precariedad de medios con los que se habían visto obligados a desenvolverse, constituían instituciones científicas que estaban en condiciones de figurar en el panorama de la ciencia internacional. Si a ellos le añadimos el Institut d´Estudis Catalans, con sus laboratorios de bacteriología y fisiología, podemos afirmar sin caer en exageraciones que España estaba en condiciones de establecer por vez primera en su época contemporánea un verdadero sistema de ciencia, compuesto todavía por una reducida nómina de científicos, algunos de ellos con renombre y alcance internacional, donde Ramón y Cajal había comenzado a dejar de ser la excepción que confirmaba la regla. Además, otros científicos consagrados, como Blas Cabrera, Menéndez Pidal, Ignacio Bolívar, Pío del Río, Pi i Sunyer o el propio Juan Negrín por citar algunos de los más destacados, habían creado escuela y jóvenes científicos como Severo Ochoa, Grande Covián, Ramón Carandé, Cándido Bolívar o Nicolás Cabrera Sánchez auguraban la continuidad de la labor iniciada por la JAE. Así sucedió durante la II República, hasta que el franquismo, tras su golpe de estado militar, proclamó su victoria, comenzando la destrucción de la ciencia y de todo cuanto supuso el avance de España en educación, progreso y prestigio en Europa y el mundo.


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