PANEL 17 EXILIO DE CIENTÍFICOS MURCIANOS

 MARIANO RUIZ-FUNES GARCÍA (Murcia, 24 de febrero 1889 – México, DF 1953), Penalista, investigador y político. Doctor en Derecho (1912), por la Universidad Central de Madrid, con premio extraordinario. Ejerció brevemente la abogacía, pasando a ejercer la Cátedra de Derecho de la Universidad de Murcia en 1925, más tarde decano de la facultad y vicerrector, hasta el comienzo de la guerra civil. Especializado en derecho penal, fue un reconocido criminalista, premio Lombroso en Turín en 1927 por su obra Endocrinología y criminalidad (1929, Madrid, Morata. Trabajó en la definición del delito más allá del ámbito nacional en figuras como el genocidio, el crimen de guerra y otros, ampliamente divulgados.

Durante los primeros años de la Segunda República se vinculó decisivamente con el republicanismo de izquierdas, primero en Acción Republicana, donde llegó a ser vicepresidente en 1933 y, desde 1934, en Izquierda Republicana. En las elecciones de 1931 a Cortes Constituyentes fue elegido diputado del Congreso por la circunscripción electoral de Murcia (capital). 

Miembro de la Comisión Parlamentaria que redactó la Constitución de la República Española, ministro de Agricultura y Justicia, embajador en Polonia y Bélgica durante la Guerra Civil con la República, y ya en el exilio, en el año 1952, ganó la plaza la Cátedra de Derecho Penal de la Universidad Nacional Autónoma de México.

OTROS MURCIANOS EXILIADOS   

Antonio Ros Sáez, oftalmólogo.



Antonio Martí Ibánez, psiquiatra. 
(Hijo de Félix Martí Alpera)

Juan González-Aguilar Peñaranda, traumatólogo.

José Moreno Galvache, farmacéutico y alcalde de Murcia.




Rafael Méndez, médico especialista en Faracología.

Los juristas Julián Calvo Blanco y Laureano Sánchez Gallego. También, el abogado José Puche Álvarez, al que el destierro obligó a reinventarse, ya que al otro lado del Atlántico se dedicó al teatro y al cine, llegando a trabajar con Luis Buñuel.

Laureano Sánchez Gallego. Comisario Rector de la Universidad de Murcia durante el período comprendido entre el 23 de octubre de 1936 hasta el 29 de noviembre de 1937.


EL EXILIO EXTERIOR, CONCLUSIÓN

El exilio fue una auténtica sangría de la que la Ciencia española no se recuperó y cuyas consecuencias se proyectaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. 
A la larguísima lista de nombres de exiliados, los citados y los no citados (la mayoría), habría que añadir aquellos jóvenes estudiantes, que partieron al exilio con sus padres y completaron o cursaron sus estudios universitarios allí y posteriormente desarrollaron importantes carreras científicas en los países de acogida, especialmente en México. En cualquier caso, resulta evidente por la relevancia científica de los aludidos el coste que, para la física, la química, las ciencias biológicas y las matemáticas en España tuvo el exilio republicano de 1939. En modo alguno resulta exagerado afirmar que dichas disciplinas quedaron heridas de muerte cuando estaban iniciando su despegue en España, poniendo fin durante decenios a los esperanzadores horizontes abiertos con la inauguración en 1932 del Instituto Nacional de Física y Química de la JAE.
México fue el principal beneficiario de este éxodo obligado, la Universidad Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional se nutrieron del saber y la práctica científica de los exiliados españoles. En menor medida, pero no menos importante, fueron las aportaciones de los científicos españoles en Argentina, Venezuela, Colombia, Panamá, Santo Domingo o la República Dominicana, incluso Estados Unidos, países que también se beneficiaron de dicha hemorragia. 

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